Estaba en el horizonte azul entre el cielo y la tierra. Los días eran siempre iguales y todas las noches tenía el mismo sueño. El olor a tierra mojada, el grito que nadie escuchaba, los latidos de mi corazón contra una maza contra un trapo y oía como me llamaban las voces de los muertos. Quería seguirlas para encontrar una salida, pero siempre volvía a la misma puerta y me daba miedo. Sabía que si entraba no saldría jamás.